martes, 26 de febrero de 2013

NIEBLA

NIEBLA
I
Allí donde mis pupilas se curvan,
es una dama antigua la niebla;
recipiente que embala objetos,
polígonos y línea recta,
con papel para regalo,
cuya virtud es quitar,
todo otro posible universo.
Desde sus espumosos pliegues de raso,
cuando ella quiere,
 deja que sople un descampe el viento,
peregrino descampe en sala recargada de gobelinos, 
donde para nadie se juega un juego macabro,
de ratones y gatos monteses.
II
Entre cuadernas,
costillas,
jarcias,
paño de vela,
muñeca cara de loza,
ojo de buey,
recobro el naufragio de lo imaginado,
que no es menuda tarea,
aunque es entre despojos,
napalm y niños que huyen,
hacia cualquier sitio menos ése,
del cual vienen,
del cual salen,
con el alma apenas prendida,
a los harapos de llamas,
tizones y cenizas cuyo color aún sabe,
a melocotones verdes en la planta,
como si todo fuera banal,
cosa ocurriendo entre otras cosas,
sobre bancal de tierra,
arenosa.
Pero alguno me apunta:
es casi nada,
océano en isla inmensa es este tinte yema de huevo,
que a tu corazón encrespa hasta la desolación.
III
Cuánta felicidad de a pie,
por una letra,
inspirada.
¡Cuánto dolor ante la ausencia en la trastienda de sebo,
oportuno,
en cuyo recinto se vela de este minuto al muerto!
IV
Los días y las noches son niebla,
morada,
móvil,
desde el pico del gorrión niebla hasta el bucle de agua,
bruñido como espejo,
que lo guarda todo,
sin guardar nada.
V
En esqueleto de rama atornillado a otro nido,
he aquí el debido lugar como si fuera nido.
En este entorno de habitación con cama es seroja la niebla,
pelo,
palito,
 regazo sin huevecillo y llueve,
desde hace 5 días y 6 noches dentro de mí.
VI
Se in determina lo tópico,
transformándose en cualquier sitio;
en el nudoso baúl de la memoria un mechón de su trenza,
opaco,
es jirón que me reconcilia con la casi certeza,
de que hubo un pasado,
remoto;
en la linde,
casi borrosa del olvido,
un pasado,
cruelmente miniaturizado por niebla,
que alféizar de olvido pone,
en la piel de la vidriera desde la cual intento,
pero no puedo.
VII
Su kirieleison canta lo utópico:
¡ten piedad,
ten piedad,
ten piedad!
En esta explanada como una rata mordida por todos lados,
suenan los huesos invertebrados de lo que fue imaginado.
Todo es aquí miserere,
con gente sentada en una pendiente de calvas,
uñas y metacarpos de montecalvario,
como todos los montes ya monte.

2do. premio en concurso internacional de poesía 2010-australia


viernes, 18 de enero de 2013



TOQUES DE TEMPESTAD
I
Con las primeras sombras de noche,
sin luna,
comenzaron los toques de tempestad.
II
Según el badajo,
la forma de cómo fue colgado,
la pureza del cobre,
la altitud del campanario,
la aptitud del campanero,
la velocidad del viento,
lo frondoso de la selva,
en algún sitio callada;
las montañas que cercan,
la colina que agranda,
el río que se interpone,
la elección de una esquina,
lo undoso y profundo del mar,
aledaño;
la madera con su soporte,
las láminas en la techumbre,
la redondez de las ventanas,
los ruidos de cada pueblo,
se hacen los toques de tempestad.
III
Cada toque es el mundo,
humedecido y llameante,
que llega sin haber llegado,
nunca;
los toques allí son timbres,
vibraciones uncidas a las patas de una escarpada fraga,
contra el monte maniatada.
Inventándose a sí mismos,
son bueyes,
hasta los cascos tapizados de estrellas son bueyes;
ojos de buey son en los cuales,
todo lo que pasa queda,
todo lo que queda es visaje,
indeleble sobre espinoso cierre,
de tagua (1) salvaje;
ojos cabalgando en lengua mojada,
lengua de fractal que besa,
mata,
toda cosa y renace,
en punta de lengua encarnada,
renace.
En lo próximo de un nuevo toque sopla,
tormenta,
nieve,
granizo,
sopla primero,
último,
intermedio,
discontinuo sobre un candil incierto sopla,
incierto en altar sombrío,
en el cual,
temblequeante arde amarilla yema,
cuando el tiempo es eléison,
es suplicante queja en kirie,
(señor ten piedad,
adonay,
kyrios,
dómine,
rabbi,
cristo ten piedad de nosotros).
Toque abriéndose paso,
diminuto,
reducido a menos algo,
fractal en ventana orlada,
de tonsura y oval orlada,
laberíntico en pelo dorado,
toque ya fuera,
ya dentro,
que el oído de bebito inaugura,
recién nacido.
IV
Cada toque es una línea,
una línea en inconcluso juego de letras,
donde la vida,
de la muñeca inhábil se sirve,
de alguno,
e inventa signos,
señales irreconocibles,
en la ríspida “manito”,
abierta,
de aquel bebito,
recién nacido,
que llora,
grita.

(1)marfil vegetal