NIEBLA
I
Allí donde mis pupilas se
curvan,
es una dama antigua la niebla;
recipiente que embala objetos,
polígonos y línea recta,
con papel para regalo,
cuya virtud es quitar,
todo otro posible universo.
Desde sus espumosos pliegues
de raso,
cuando ella quiere,
deja que sople un
descampe el viento,
peregrino descampe en sala
recargada de gobelinos,
donde para nadie se juega un
juego macabro,
de ratones y gatos monteses.
II
Entre cuadernas,
costillas,
jarcias,
paño de vela,
muñeca cara de loza,
ojo de buey,
recobro el naufragio de lo
imaginado,
que no es menuda tarea,
aunque es entre despojos,
napalm y niños que huyen,
hacia cualquier sitio menos
ése,
del cual vienen,
del cual salen,
con el alma apenas prendida,
a los harapos de llamas,
tizones y cenizas cuyo color
aún sabe,
a melocotones verdes en la
planta,
como si todo fuera banal,
cosa ocurriendo entre otras
cosas,
sobre bancal de tierra,
arenosa.
Pero alguno me apunta:
es casi nada,
océano en isla inmensa es este
tinte yema de huevo,
que a tu corazón encrespa
hasta la desolación.
III
Cuánta felicidad de a pie,
por una letra,
inspirada.
¡Cuánto dolor ante la ausencia
en la trastienda de sebo,
oportuno,
en cuyo recinto se vela de
este minuto al muerto!
IV
Los días y las noches son
niebla,
morada,
móvil,
desde el pico del gorrión
niebla hasta el bucle de agua,
bruñido como espejo,
que lo guarda todo,
sin guardar nada.
V
En esqueleto de rama
atornillado a otro nido,
he aquí el debido lugar como
si fuera nido.
En este entorno de habitación
con cama es seroja la niebla,
pelo,
palito,
regazo sin huevecillo y
llueve,
desde hace 5 días y 6 noches
dentro de mí.
VI
Se in determina lo tópico,
transformándose en cualquier
sitio;
en el nudoso baúl de la
memoria un mechón de su trenza,
opaco,
es jirón que me reconcilia con
la casi certeza,
de que hubo un pasado,
remoto;
en la linde,
casi borrosa
del olvido,
un pasado,
cruelmente miniaturizado por
niebla,
que alféizar de olvido pone,
en la piel de la vidriera
desde la cual intento,
pero no puedo.
VII
Su kirieleison canta lo
utópico:
¡ten piedad,
ten piedad,
ten piedad!
En esta explanada como una
rata mordida por todos lados,
suenan los huesos
invertebrados de lo que fue imaginado.
Todo es aquí miserere,
con gente sentada en una
pendiente de calvas,
uñas y metacarpos de
montecalvario,
como todos los montes ya
monte.
2do. premio en concurso
internacional de poesía 2010-australia